El síndrome de burnout no es simplemente estar cansado o harto del trabajo. Es la desconexión total de lo que hace poco te apasionaba, la sensación de estar atrapado en un sistema que te exige más de lo que puedes dar. Pero si algo he aprendido en estos años, es que se puede superar el burnout, se puede salir, y que, en muchos casos, se convierte en la oportunidad para rediseñar la vida de una manera más auténtica y alineada con lo que realmente quieres.
Hoy quiero contarte algunas historias de personas que atravesaron el burnout y salieron del otro lado con más claridad, más energía y una relación mucho más sana con su trabajo y su bienestar.
La notaria que se dio cuenta de que su cuerpo también importaba
Cuando esta notaria me escribió, llevaba 20 años quemada sin saberlo. Creía que el burnout era algo de oficinistas hiperproductivos y que su trabajo, aunque intenso, no era “suficientemente” estresante como para estar en peligro. Pero su cuerpo opinaba diferente.
El punto de inflexión llegó cuando, un día, se sentó en el suelo para recoger una revista y descubrió que no tenía fuerza suficiente para levantarse. No había lesión, no había una razón médica concreta. Simplemente, su cuerpo se estaba apagando por completo.
Empezamos con pequeños cambios: ejercicio, alimentación, descanso real. No fue una transformación instantánea, pero hoy, no solo ha recuperado fuerza física, sino que ha aprendido a respetar sus propios límites y necesidades.
Mayte: La «salvadora» que aprendió a ponerse en primer lugar
Mayte era el pilar de su empresa. Técnica en prevención de riesgos laborales, con los años había acumulado más y más responsabilidades, hasta el punto en el que su día a día giraba en torno a resolver los problemas de los demás. Desde documentos administrativos hasta recoger naranjas en la finca del jefe (sí, literalmente).
Su burnout llegó cuando su cuerpo y su mente dijeron basta: insomnio, tensión cervical crónica, ansiedad y un cansancio que no se aliviaba ni con el descanso. El gran cambio vino cuando entendió que su rol de “salvadora” no solo la estaba destruyendo, sino que además estaba haciendo a los demás dependientes de ella. Aprendió a poner límites, a delegar responsabilidades y, lo más importante, a dejar de sentir culpa por hacerlo.
Hoy Mayte trabaja menos horas, ha recuperado la energía y el bienestar emocional, y ha dejado de ser el “pegamento” que sostiene a los demás a costa de sí misma.
María: De la hiperproductividad al descanso sin culpa
María era profesora universitaria y, además, la principal cuidadora de sus padres. Su vida era una lista interminable de tareas que nunca se terminaban. Cuando tenía un rato libre, en lugar de descansar, encontraba otra tarea que tachar de la lista.
El resultado: agotamiento extremo, insomnio y una desconexión total de lo que le hacía disfrutar su profesión. Ya no sentía pasión por la enseñanza, ni por nada.
El cambio llegó cuando entendió que descansar no es un premio, sino una necesidad biológica. Aprendió a parar, a reconocer cuándo su cuerpo le pedía una pausa y, sobre todo, a no sentirse culpable por hacerlo. Su trabajo sigue siendo el mismo, pero ahora lo disfruta más y le pesa menos.
Mi historia: Redefinir el éxito para recuperar la vida
Cuando comencé en la psiquiatría, tenía claro que quería ayudar a las personas. Pero en algún punto del camino me di cuenta de que lo que la sociedad consideraba éxito y lo que yo realmente deseaba no coincidían.
El burnout no me golpeó de repente. Fue un desgaste progresivo: la sensación de que trabajaba cada vez más, pero sin sentirme satisfecho, la frustración por no poder hacer bien mi trabajo, la desconexión de mi propia vocación, el estrés de intentar encajar en un molde que no era el mío.
El mayor cambio en mi vida llegó cuando me atreví a hacerme preguntas incómodas. ¿Qué quería realmente? ¿Cómo quería vivir? Fue entonces cuando decidí dar un giro y crear algo propio, desde mi manera de ver la salud mental y el bienestar.
Hoy, a través de mi email diario antiestrés, comparto todas estas reflexiones, las mías y las de las personas con las que he trabajado. Porque no hay un solo camino para salir del burnout, pero lo que sí sé es que necesitas hacer cambios para recuperar la energía y la motivación. Si te interesa recibir un email breve cada día, con historias, reflexiones y herramientas que pueden ayudarte, puedes unirte aquí.
¿Qué tienen en común todas estas historias?
- El burnout no se soluciona solo. Ninguna de estas personas “aguantó” hasta mejorar. Todas hicieron cambios activos.
- El cuerpo y la mente están conectados. El burnout no es solo un tema mental: te destroza físicamente si no lo atiendes.
- Poner límites no es egoísta, es necesario. En casi todos los casos, la recuperación comenzó cuando dejaron de decir “sí” a todo.
- Redefinir el éxito es clave. Muchas veces, el burnout no es solo por exceso de trabajo, sino por trabajar en algo que ya no conecta contigo.
Si alguna de estas historias te ha resonado, quiero que te lleves esto: se puede salir del burnout. No es fácil, pero tampoco es imposible. Y muchas veces, del otro lado de la crisis, hay una vida mejor esperándote.
Si quieres empezar a hacer pequeños cambios y reflexionar sobre cómo llevas tu día a día, te invito a que te unas a mi email diario antiestrés. Es un email breve, que te llevará tres minutos al día, con historias, reflexiones y herramientas que pueden ayudarte a ver las cosas de otra manera.
Cuídate mucho y disfruta de la vida.