Carlos Cenalmor – Psiquiatra y psicoterapeuta

Decidir también es sanar: el arte de tomar decisiones difíciles

¿Y si sanar no empieza por entender, sino por elegir? Por atreverte a tomar decisiones difíciles. Déjame contarte algo que quizá te ayude a ver esto más claro.

Un día amanecí en una cabaña perdida, la de Añes Cruces en uno de los valles más perdidos de los Pirineos (el valle de Chistau), tras dos días de caminata. Sabía que para volver a casa tenía que cruzar un macizo entero. Un hombre mayor me habló de un paso a 2.800 metros, sin camino marcado, que podía servirme. No me inspiró mucha confianza: no se sabía ni el nombre del paso y las indicaciones eran vagas. Pero al rato, mirando el mapa, lo encontré. 

Y leí el nombre: Portilla del Infierno.

No era precisamente acogedor. No salía en el mapa ningún camino claro hasta allí, solo intuiciones. Pero era el paso más directo, y sobre todo, el que más me llamaba la atención. Y decidí tirar por ahí.

La subida fue dura: laderas nevadas, un lago helado (en pleno julio) y una brecha de roca que imponía respeto. No era una ruta cómoda, ni segura. Pero era la mía. Y cuando alcancé esa especie de ventana entre mundos y vi al fondo mi valle (los lagos conocidos, las montañas de siempre) sentí una paz enorme. Como si el cuerpo dijera: ya estás en casa.

A veces tomar decisiones difíciles es esto: elegir una ruta incierta, sin garantías, pero que te resuena por dentro. Puede dar miedo, sí. Pero cuando decides desde esa parte profunda que sabe, la recompensa no es solo llegar… sino reconocerte en el camino.

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Nadie sale del burnout sin tomar decisiones

Hay muchas formas de sanar emocionalmente, pero todas, tarde o temprano, te van a empujar a decidir. Porque el burnout no se pasa solo con descanso o con vacaciones. Se sale de ahí eligiendo distinto. Poniendo límites, cerrando puertas, diciendo que no. Con frecuencia teniendo conversaciones difíciles que te da miedo tener. A veces, alejándote. Cambiando de trabajo. O atreviéndote a soñar con otra vida aunque no tengas ni idea de cómo lograrla aún.

Y esto no te lo cuento desde mi biblioteca, sino desde mis propias cicatrices. Yo también he tenido que alejarme para sanar. De la ciudad, de ciertas relaciones, de una versión de mí que ya no encajaba. Y he sentido el vértigo que te da al principio: como si se te fuera a romper el suelo. Pero luego viene lo otro: la expansión, la claridad, la energía que vuelve.

Hay decisiones que no se toman desde la lógica. Se toman desde las tripas. Y si esperas tenerlo todo claro para moverte, te vas a quedar atrapado en un limbo eterno.

El camino menos transitado no siempre es el más épico. A veces es simplemente el tuyo.

A veces hacemos terapia durante años como manera de evitar decidir. Para que nos alivien el dolor que la vida que estamos eligiendo nos causa. Pero la sanación con frecuencia viene de una decisión. Una de esas que no sabes explicar muy bien, pero que sabes que es para ti. Puede ser pequeña, como dejar de responder correos a partir de cierta hora. O grande, como renunciar a una “vida estable” que te está matando por dentro. El tamaño da igual. Lo importante es que empieces a caminar en la dirección de tu verdad, aunque sea a pasitos de bebé.

Y lo sé, da miedo. Porque elegir implica renunciar. Pero también implica sanar el interior, dejar de traicionarte, volver a confiar en ti.

Tú no estás aquí solo para aguantar. Estás para vivir. Para elegir. Y para construir, paso a paso, una vida que sientas tuya.

Y tú, ¿qué camino sabes que tienes que tomar aunque aún no te atrevas?

Cuídate mucho y disfruta de la vida.

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