Carlos Cenalmor – Psiquiatra y psicoterapeuta

Burnout en el TDAH: cuando la hiperactividad se convierte en agotamiento crónico

Hay días en los que te levantas sin batería. Como si llevaras una mochila de treinta kilos colgada del pecho, que no sabes ni de dónde viene. No te la ha puesto nadie. La has ido llenando tú, casi sin darte cuenta. Con ideas que te ilusionaron y luego olvidaste, tareas infinitas abiertas como pestañas en el navegador, y esa sensación de estar siempre empezando, pero sin llegar.

Si tienes TDAH, seguramente esto te suene. Es esa hiperactividad que no siempre es física, pero que siempre está: en la cabeza, en la piel, en el ritmo interno. Una especie de motor encendido a todas horas, incluso cuando lo único que necesitas es parar. Y sobre todo, una gran dificultad para estar enfocado en aquellas cosas que no te interesan tanto pero son importantes. 

Al principio todo parece energía. Tienes mil ideas, mil impulsos, mil ganas. Pero vivir con el pie en el acelerador sin saber muy bien hacia dónde… quema. Literalmente. Y un día, de tanto ir corriendo detrás de todo, te ves vacío. Fundido. Como una bombilla que sigue encendida, pero ya no alumbra nada.

Eso es el burnout en el TDAH. No solo cansancio. Es un agotamiento profundo, físico y emocional, que te deja funcionando por fuera mientras por dentro te estás rompiendo.

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La trampa no es el déficit, es el exceso

Lo más duro del TDAH muchas veces no es la falta de atención, sino el exceso. El exceso de foco cuando algo te atrapa. El exceso de responsabilidad por tratar de compensar lo que “se supone” que deberías controlar. El exceso de energía mal canalizada que acaba convirtiéndose en insomnio, ansiedad o culpa. La hiperactividad, muchas veces, no es tanto de movimiento como de exigencia.

Porque claro, si no te paras nunca, tu cuerpo acaba deteniéndote a su manera. Con migrañas. Con tensión muscular. Con digestiones que no fluyen. O simplemente con una niebla mental que no te deja pensar con claridad.

Y desde fuera… todo parece normal. Incluso brillante. Porque sigues produciendo. Sigues respondiendo. Sigues siendo útil. Pero por dentro sabes que estás al borde. Que algo no cuadra.

Burnout en el TDAH es, muchas veces, un colapso invisible. Porque nadie ve el esfuerzo que estás haciendo por seguir el ritmo. Porque lo que te agota no es lo que haces, sino lo que reprimes.

No es pereza. Es agotamiento crónico. Y es real.

Una de las grandes crueldades del burnout en personas con TDAH es cómo se malinterpreta. Al haber días en los que puedes con todo, nadie entiende que de pronto no puedas con nada. Ni tú mismo.

bournout en el TDH

Y ahí es donde empieza el látigo interno: “¿Qué me pasa? ¿Por qué no soy capaz? ¿Por qué ahora no me sale?”. Pero la pregunta real no es esa. La pregunta real es: “¿Qué vida estoy intentando sostener?”. ¿Y si no es la que va contigo?

El problema no es el TDAH. El TDAH es una caracteristica más de las personas, pero en nuestra cultura esta característica genera muchos problemas. Dificulta la adaptación. No lo hacía hace 100 o 1000 años, ahora sí.

El problema es tener que vivir como si no lo tuvieras. El problema es la presión constante por encajar en un molde que nunca se diseñó para ti. Lo que quema no es tu forma de ser. Es el esfuerzo crónico por corregirla.

El descanso no es un lujo. Es una necesidad biológica.

En esta cultura del rendimiento, descansar parece casi un acto de rebeldía. Pero tú, con tu sistema nervioso al galope, necesitas descanso como quien necesita oxígeno. No como premio, sino como parte del equilibrio. Del cuidado. De la conexión con lo que eres.

Burnout en el TDAH puede enseñarte justo eso: que parar no es rendirse, es respetarte. Que sostener el ritmo de los demás no es lo mismo que sostenerte a ti.

 Se trata de elegirte. De comprender que parar no es perder tiempo, sino recuperarlo. Y que si cada vez que te priorizas aparece la culpa… quizás no seas tú el problema, sino el entorno que no sabe cómo acompañarte.

Esto no va de soluciones mágicas. Va de volver a casa.

Volver a ti. Escucharte. Conocerte. Y desde ahí, construir un ritmo que no te deje fuera. Aprender a reconocer tus señales de saturación antes de llegar al abismo. Hacer hueco al cuerpo. Al silencio. A lo que te sostiene de verdad.

Porque el burnout en el TDAH no se soluciona con fuerza de voluntad. Es cuestión de tener más compasión. De dejar de exigirte lo que no exigirías a nadie que quieres.

Y si te sientes perdido, no hace falta que lo recorras solo. Yo estoy caminando este mismo camino. Con gente que también ha aprendido que no se trata de hacer más, se trata de vivir mejor.

Cuídate mucho y disfruta de la vida.

 

 

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